Érase una vez, en la pequeña ciudad de Campanilla de Nieve, una niña llamada Hilda, conocida por su espíritu y su vivacidad. Era Nochebuena y todo el pueblo estaba cubierto por una capa de nieve brillante, listo para las fiestas.
De repente, con el tintineo de las campanas, aparecieron los Copos de Nieve, tan deslumbrantes como las estrellas que caen del cielo. Sus vestidos eran tan blancos como las perlas más puras y brillaban como diamantes a la luz de la luna. Bailaron en círculos alrededor de la plaza nevada y sus alegres risas llenaron el aire.
Hilda, llena de emoción, corrió hacia la plaza. Tocó un copo de nieve y éste desapareció en un montón de nieve helada, haciendo reír a Hilda de alegría. Su corazón se llenó de alegría Navideña y deseó más copos de nieve para crear un muñeco de nieve gigante, como el mismísimo Santa Claus. Mientras imaginaba esto, una melodía empezó a sonar desde algún lugar más allá de los árboles.
De repente, los copos de nieve se dispersaron, escondiéndose en las esquinas de la plaza. De entre las sombras surgieron las Hadas de Navidad, vestidas con batas de tela de queso verde pálido que crujían suavemente con la brisa invernal. Tenían alas de gasa que brillaban a la luz de la luna y en la cabeza llevaban coronas de hojas perennes. Bailaban en la plaza, con los pies apenas tocando el suelo, cantando una dulce canción de alegría y paz Navideñas.
Hilda no podía creer lo que veían sus ojos. Había oído historias de hadas, pero verlas era una alegría totalmente distinta. Eran tan elegantes y tan hermosas, pensó. La visión de las hadas bailando y cantando la hizo olvidar todo lo demás.

En una alegre celebración, los Copos de Nieve y las Hadas bailaron alrededor de Hilda, que aplaudía y reía de puro placer. Su canto de paz, buena voluntad y alegría llenó el aire, e Hilda sintió que un calor se extendía por su corazón, a pesar del frío que hacía.
Las hadas ofrecieron entonces a Hilda una visión de Santa Claus, cumpliendo así el sueño de su vida. Cantaron otra hermosa canción, llenando la noche de alegría Navideña. Su canción hablaba de las campanas de Navidad que sonaban en la ciudad llena de nieve, de la alegría y el amor que traían a todo el mundo y de la esperanza de un año lleno de paz y alegría.
Cuando la canción llegó a su fin, Hilda se sintió tan feliz que apenas podía mantenerse en pie. Le pesaban los párpados y se quedó dormida en medio de la plaza, con una sonrisa aún en la cara.
Mientras se dormía, las Hadas se acercaron suavemente y esparcieron polvo de hadas sobre ella. Los Copos de Nieve, por su parte, formaron un círculo protector a su alrededor. Juntos, crearon un hermoso escenario alrededor de la niña dormida, protegiéndola de la fría noche de invierno.
En sus sueños, Hilda vio a Santa Claus, tan alegre y amable como siempre había imaginado. La colmó de regalos, convirtiendo su sueño en el más feliz de su vida.
Y así, la Nochebuena de Hilda se llenó de magia, alegría y una sensación de asombro que recordaría el resto de su vida. Según cuenta la historia, todos los años en Nochebuena, los Copos de Nieve y las Hadas visitaban a Hilda, trayendo consigo la misma alegría y magia, haciendo que cada Navidad fuera especial para la niña con espíritu y corazón lleno de sueños.