La vieja y alegre calabaza

Resumen

Esta historia relata las aventuras de una calabaza alegre y sabia en vísperas de Halloween. La calabaza, inicialmente sin ojos debido a un cuchillo sin filo que desea afilarse, comienza un viaje en busca de ayuda. A lo largo de su camino, interactúa con un granjero, su esposa, un comerciante, y un empleado de banco, entre otros personajes, cada uno con sus propias demandas y comentarios sobre la cercanía de Halloween. Finalmente, gracias a la intervención de un hombrecito con sacos de oro, la calabaza consigue un cambio monetario que le permite obtener el azúcar para la esposa del granjero, quien a su vez le presta la piedra de afilar al cuchillo. El cuchillo le devuelve sus ojos a la calabaza y, además, le da una boca y una nariz. Así, la calabaza se convierte en un farol de Halloween, agradecida por no haber sido convertida en un pastel, y celebrando el espíritu alegre y colaborativo de la festividad.

Escuchar el audio


Leer en línea

Una alegre calabaza, sabia y anaranjada,
dijo: “Halloween está llegando, no me robes a mirada”

Pasó un cuchillito sin filo y cortó los ojos a la calabaza. Dijo:

—Me alegro de que no seas una papa con muchos ojos.

La calabaza dijo:

—Por favor, devuélveme mis ojos.

El cuchillito sin filo dijo:

—No te devolveré tus ojos hasta que me des una piedra para afilarme.

Entonces la alegre calabaza vio que era inútil andarse con rodeos, y rodó y rodó y rodó hasta que llegó a un corral, y dijo:

—Préstame tu piedra de afilar media hora,
Pagaré lo que esté a mi alcance, ahora.

El granjero dijo:

—Oh, calabaza anaranjada, vete rodando,
pues el día de Halloween ya está llegando.

La esposa del granjero dijo:

—¿Por qué has dejado escapar la calabaza? Habría hecho una tarta —entonces llamó a la calabaza:

 —Tráeme azúcar de la tienda,
que siempre he querido y me tienta.

Así que la vieja y alegre calabaza rodó y rodó hasta la tienda y dijo:

—Préstame un poco de azúcar, media hora.
Te pagaré lo que esté en mi poder ahora.

El comerciante se echó a reír hasta que le temblaron las piernas. Dijo:

—Oh, calabaza anaranjada, vete rodando,
pues el día de Halloween ya está llegando.

En ese mismo instante, el empleado de la tienda se puso a cantar:

—Tráeme cambio, que no me queda ni un pavo;
necesito cuartos, níqueles y un centavo. 

Entonces la vieja calabaza rodó al banco y dijo:

 —Préstame cambio, por media hora,
te pagaré lo que esté en mi poder ahora.

El empleado del banco dijo:

—Oh, calabaza anaranjada, vete rodando,
pues el día de Halloween ya está llegando.

Justo en ese momento, ni un segundo antes ni un segundo después, apareció un hombrecito y dijo:

—Soy un hombre pequeñito, con sacos de oro.
Me dicen que necesitas cambio, te lo imploro.

Entonces la vieja calabaza rodó alegremente tras él y consiguió algo de cambio, y se lo llevó al comerciante; y compró el azúcar y se la llevó a la mujer del granjero para endulzar sus tartas; y pidió prestada la piedra de afilar y se la llevó al cuchillo; y el cuchillo se afiló más y más, y afiló más, y le devolvió a la calabaza sus ojos, y le dio también una boca y una nariz, de paso, y dijo:

—Calabaza, me diste una gran sorpresa,
Aquí están tus ojos redondos, brillantes, con destreza;
y una boca y una nariz, yo te regalo,
para que seas farol, ¡a disfrutarlo!

El hombrecito trajo una vela, la encendió, la puso dentro de la calabaza y dijo: 

—El viejo farol de calabaza puede correr;
pues este día de Halloween, no será un pastel.

La alegre calabaza dijo:

—Solo una cabeza de calabaza soy,
pero agradecida por lo que me has dicho estoy.
Luego bailó en un poste a gran altura;
si miras bien, la verás, estoy segura.

El hombrecito dijo:

—Si eres tan alegre como dicen por ahí,
te deseo un feliz Halloween para ti.

El afilado cuchillo dijo:

—Es bueno ser alegre en el trabajo y en el juego,
te deseo un feliz Halloween, y te digo hasta luego.

La alegre calabaza respondió:

—Con la voz entrecortada, debo responder,
estoy agradecida, por un pastel no ser.