La cueva de las bestias

Resumen

Este cuento narra la historia de una familia con siete hijas, donde el padre encuentra unos huevos de pato silvestre que decide no compartir con sus hijas, aunque sus hijas logran comérselos a escondidas. Enojado por la desobediencia, el padre engaña a las dos hijas menores llevándolas al bosque con la intención de abandonarlas. Las niñas descubren una cueva llena de tesoros que pertenece a un lobo y un zorro. A través de astucia, logran deshacerse de los animales, tomando posesión de los tesoros. Eventualmente, el padre, arrepentido de su decisión, regresa buscando a sus hijas, se reencuentran y al ver la abundancia de riquezas, la familia vive en prosperidad y felicidad desde ese momento. El relato resalta temas de ingenio, arrepentimiento y la importancia de la unidad familiar.

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Érase una vez una familia en la que había siete hijas. Un día, cuando el padre salió a juntar leña, encontró siete huevos de pato silvestre. Los llevó a casa, pero no pensó en dárselos a sus hijas, pues pensaba comérselos él mismo con su esposa. Por la noche, la hija mayor se despertó y preguntó a su madre qué estaba cocinando. La madre dijo:

—Estoy cocinando huevos de pato silvestre. Te daré uno, pero no le digas a tus hermanas. 

Y el dio uno. Entonces la segunda hija se levantó, y le preguntó a su madre qué estaba cocinando. Ella respondió:

—Huevos de pato silvestre. Si no le dices a tus hermanas, te daré uno.

Y así fue. Al final, las hijas se comieron todos los huevos y no quedó ninguno.

Por la mañana el padre estaba muy enojado con sus hijas y dijo:

—¿Quién quiere venir con la abuela? —pero su intención era llevar a las niñas al monte y dejar que se las comieran los lobos. Las mayores sospecharon esto y dijeron:

—¡No iremos!

—Nosotras iremos contigo —dijeron las dos menores. Y partieron con su padre.

Después de viajar un rato, preguntaron:

—¿Llegaremos pronto a la casa de la abuela? 

—Enseguida —respondió su padre. Y cuando llegaron al monte, les dijo—. Esperen aquí. Iré al pueblo antes que ustedes y le diré a la abuela que irán para allá.

Y se marchó con la carreta. Ellas esperaron y esperaron, pero su padre no volvía. Al final decidieron que su padre no volvería y que las había dejado solas en la montaña. Así que se adentraron más y más en las colinas buscando refugio para pasar la noche. Entonces vieron una gran piedra. Decidieron utilizarla como almohada y la hicieron rodar hasta el lugar donde iban a dormir. Entonces vieron que la piedra era la puerta de una cueva. Había una luz en la cueva y entraron en ella. La luz que habían visto venía de muchas piedras preciosas y joyas de todo tipo que había dentro de la cueva, que pertenecían a un lobo y un zorro. Tenían varios tarros de piedras preciosas y perlas que brillaban de noche. Las niñas dijeron:

—¡Que cueva más bonita! Vamos a tumbarnos y acostarnos a dormir —pues había dos camas de oro con fundas bordadas en oro. Así que se acostaron y se quedaron dormidas.

Por la noche llegaron el lobo y el zorro. El lobo dijo:

—Huelo carne humana.

—¡Tonterías! No hay seres humanos que puedan entrar a nuestra cueva. La cerramos muy bien —respondió el zorro.

—Muy bien, entonces acostémonos en nuestras camas y durmamos —dijo el lobo. Pero el zorro le contestó:

—Acurruquémonos en los calderos junto al fuego.

Un caldero era de oro y otro de plata, y se acurrucaron en ellos.

Cuando las niñas se levantaron por la mañana, vieron al lobo y el zorro acostados allí y se asustaron mucho. Pusieron las tapas en los calderos y amontonaron sobre ellos varias piedras pesadas, para que no pudieran volver a salir. Luego encendieron el fuego. El lobo y el zorro dijeron:

—¡Que hermosa mañana cálida! ¿Cómo es posible? 

Pero entonces empezó a hacer demasiado calor para ellos. Se dieron cuenta que las niñas habían encendido el fuego y gritaron:

—¡Déjennos salir! Les daremos muchas piedras preciosas y mucho oro, y no les haremos daño.

Pero las niñas no hicieron caso y siguieron haciendo más fuego. Y ese fue el fin del lobo y el zorro en los calderos.

Entonces las niñas vivieron durante varios días en la cueva. Pero su padre se arrepintió de haberlas dejado en la montaña y fue a buscarlas. Se sentó a descansar en la piedra que había delante de la cueva y golpeó su pipa contra ella para vaciar la ceniza. Entonces las niñas gritaron desde dentro:

—¿Quién llama a nuestra puerta?

—¿Esas son las voces de mis hijas? —respondió el padre.

—¿Esa es la voz de nuestro padre?

Entonces apartaron la piedra, vieron que era su padre y su padre se alegró de verlas. Se sorprendió de encontrarlas en una cueva llena de piedras preciosas, y ellas le contaron toda la historia. Entonces su padre llamó a gente para que lo ayudara a llevar las joyas a casa. Y cuando llegaron a casa, su esposa se preguntó de dónde había sacado todos aquellos tesoros. El padre y las hijas le contaron todo, y se convirtieron en una familia muy rica que vivió feliz hasta el final de sus días.