Bondad Navideña

Resumen

Este relato nos presenta a Dan, un niño con discapacidad que, a pesar de sus dificultades, trabaja vendiendo baratijas para comprarle un vestido de Navidad a su madre. La historia sigue cómo sus vecinos —Harry, Willis y Clarence—, cada uno con diferentes medios y actitudes, se enfrentan a la decisión de ayudarlo. A través de pequeños gestos de generosidad, los niños descubren el valor del dar sincero. Con un tono cálido y esperanzador, este cuento destaca la empatía, la solidaridad y la verdadera esencia de la Navidad.

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Érase una vez cuatro niños llamados Harry, Willis, Clarence y Dan. Todos eran únicos a su manera y vivían en el mismo barrio, pero era Dan el que era diferente de los demás. Verán, Dan tenía una pierna herida y un brazo que ya no podía usar debido a un terrible accidente que había tenido. Para ayudar a su madre a llegar a fin de mes y hacerla feliz por Navidad, Dan vendía pequeñas baratijas de una caja que llevaba colgada del cuello, a pesar de sus limitaciones. Quería sorprenderla con un bonito vestido en Navidad.

Harry fue el primer niño en llegar. Llevaba un dólar en el bolsillo, regalo de Navidad de su tío. Se preguntó en voz alta:

—¿Qué hago con este dólar? Podría comprar regalos para mamá y Mabel, pero ya tendrán suficientes regalos.

Harry vio a Dan vendiendo sus baratijas. La curiosidad lo llevó hasta Dan, pero no compró nada. Dijo:

—Espero que te regalen el vestido para tu madre —y se alejó, con el corazón puesto en comprarse un elegante cuchillo nuevo.

Luego vino Willis, que tenía setenta y cinco centavos a su nombre. También él pensó en cómo gastar su pequeño tesoro. Al ver a Dan, se acercó y se enteró de su sueño de comprarle un vestido a su madre por Navidad. Willis sintió un tirón en la fibra sensible y decidió:

“Mamá siempre dice que debemos hacer felices a los demás en Navidad, así que le compraré algo a este niño”.

Eligió un peine y le entregó a Dan veinte céntimos, dejándose lo justo para comprar regalos a su propia familia.

Dan estaba agradecido a Willis. Sus amables palabras y el pequeño acto de comprar el peine fueron como una taza de cacao caliente en un día de nieve. Justo cuando Dan empezaba a sentirse un poco deprimido, llegó Clarence. Clarence tenía cincuenta céntimos, una pequeña fortuna que pensaba gastar en un libro para su madre. Sin embargo, cuando vio a Dan, decidió tomar otro rumbo. Entonces dijo:

—Me llevaré el alfiletero, los alfileres de fantasía y el libro de agujas.

Gastó todos sus cincuenta céntimos en ayudar a Dan. Sabía que su madre estaría contenta incluso sin el libro, porque la Navidad consistía en dar, y él había hecho precisamente eso.

Así, la bondad navideña empezó a extenderse por el barrio. Dan estaba cada vez más cerca de su sueño de comprarle un vestido a su madre, y Harry, Willis y Clarence aprendieron que el verdadero espíritu de la Navidad estaba en ayudar a los demás y repartir alegría. Mientras las estrellas centelleaban en lo alto, todos se durmieron aquella noche con el corazón contento, esperando ansiosos la mañana de Navidad.